25 de octubre de 2009

Perdemos la razón



Más duro que perder uno mismo la razón es que la pierdan las personas que más quieres.

La razón te ha abandonado, ya no hay lucidez en tu mente. Tenemos que hacernos a la idea. Los dos, tú y yo, poco a poco.

Démosle tiempo al tiempo, aunque precisamente es eso lo que más temes, no tener suficiente tiempo. O no poder emplearlo como quieres. Lo sé porque lo leo en tu alma, y porque en la mía se reflejan todos esos sentimientos.


Hago acopio de mis más profundas facultades mentales y rememoro viejos tiempos buscando un instante al que aferrarme. Escarbo con angustia entre los pensamientos a la caza de las palabras adecuadas. Percibo cómo el recuerdo viene hacia mí, lento, tranquilo, sabedor de que yo lo espero con ansia y de que tan pronto como desaparezca intentaré evocarlo con una asiduidad que roza la obsesión.
Silencio, se acerca:

Noche fría. Ese frío que sólo se da en algunas provincias del norte de Castilla y León. La luz de mi habitación encendida. Me encuentro con un libro entre las manos y tumbada encima de la cama, sin tapar. Te acercas silenciosamente, cierras el libro, apagas la luz, y me arropas con toda la ternura del mundo.
-Buenas noches solete, que descanses. Todo esto en susurros, para no despertarme.

Pero ya no eres capaz de discernir por ti mismo. Has perdido toda capacidad para distinguir el norte y por eso el rumbo de tu vida está en punto muerto, hoy me lo has demostrado:

Conversación telefónica 1
–Abuelo, abuelo. Soy Laura, tu nieta. ¿Qué tal?
–¿Pero vais a venir o no?
–No abuelo, que soy yo, la nieta de Madrid, la hija de Celia.
–¿No quieres venir?
–Abuelo, no puedo. Vivo en Madrid. Soy yo. Abuelo... –Sigo intentando que me reconozcas, pero te enfadas y cuelgas.

Conversación telefónica 2
-¡Solete! Me ha dicho tu tía que has llamado, ¿qué tal?
-¡Abuelo! ¡FELIZ 87 CUMPLEAÑOS!

Rebosan los sentimientos:
–Dame la mano. Haremos este último viaje juntos, hasta el final, no tengas miedo, yo te acompañaré.
Puedo poner estas palabras en tu boca o en la mía y es lo mismo, sé que nuestras emociones son recíprocas.
Perdemos la razón, ambos, tú sin darte cuenta; yo, horrorizada.

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