12 de febrero de 2018

Cálida excursión invernal

De vez en cuando, todos deberíamos volver a pasar una tarde teniendo 13 o 14 años. Hoy mis alumnos de séptimo me han llevado de excursión. Para empezar la aventura, hemos cruzado un estanque congelado al que a veces van a pescar. Luego hemos atravesado el bosque mientras saltábamos sobre la nieve, que nos llegaba más arriba de la rodilla. Subir y bajar colinas ha sido todo un reto (os juro que me sentía como en la pelicula de El Señor de los Anillos, en la ladera de la montaña, luchando contra la nieve y el viento). Tras trabajar un rato las piernas, hemos llegado a un pequeño cementario donde están enterradas antiguas generaciones rekovesas. Como lo estábamos disfrutando tanto, hemos seguido recorriendo el pueblo. Me han ido enseñando y explicando con detalle cada edificio, comentando quíen vive en cada casa, qué es lo que están construyendo al lado de la antigua iglesia, y dónde te dan el título cuando terminas el instituto.
Se nos ha acabado el pueblo y hemos continuado andando unos kilómetros hasta el siguiente. Allí me han enseñado la iglesia ortodoxa y hemos hecho otra ruta entre las casas, descubriendo no sólo dónde vive el alcalde, sino profes y alumnos, y averiguando quién cultiva té y frutos rojos, entre otras y variadas verduras, frutas y horitalizas.
Y antes de emprender el camino de vuelta... he bajado una rampa en trineo, mientras ellos me impulsaban y yo rezaba en mi interior para no acabar de cabeza en el río.

He aprendido tanto con ellos...
Me han mostrado en la nieve las huellas de animales y me han enseñado a reconocer las diferentes especies arbóreas de la zona. Me han contado muchas cosas sobre sus familias, sus intereses, aficiones, costumbres, mascotas...
Y cómo no, me han enseñado letón (otra cosa es que ya se me haya olvidado).
No os hacéis una idea de cómo se han esforzado por encontrar las palabras para expresar lo que querían contarme. Han sido tan pacientes... repitiendo las cosas en un idioma y en otro para hacerme partícipe en todo momento.
De verdad que estoy abrumada ante tanta paciencia, cariño, educación, alegría, ilusión...
Eso es lo más importante que me han enseñado hoy: a mirar el mundo y vivirlo desde la emoción y generosidad, compartiendo parte de nosotros con los demás.
Liels paldies, meitenes un zēni! Los 14.000 pasos que hemos dado esta tarde me han acercado aún más a vosotros y a vuestra cultura (cada vez más "nuestra").