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12 de abril de 2018

Primavera

Me oíste llegar porque estaba riéndome a carcajadas mientras subía las escaleras; después me viste, con flores prendidas en el pelo y acarreadas en los brazos...
Tras tu mirada de curiosidad, te expliqué que la primavera me avisaba de su llegada cuando mis alumnos empezaban a recibirme por las mañanas con flores que recogían camino al cole.
Me cogiste de la mano y me llevaste al parque. No paraste hasta que encontraste la flor más bonita de todas. Con la misma carita de ilusión que ponían mis niños, me la ofreciste en un gesto impaciente, más tosca que gentilmente. Y sonreí, porque en aquel momento fui consciente de que la primavera no es la causa de que broten flores en mi vida, sino tú.
(Qué suerte compartir primaveras contigo, aunque sea a miles de flores de distancia -geográfica-)

15 de julio de 2014

Vivir sin desvivirse no es vivir

Me pasa con cierta gente, de repente conozco a alguien, o me fijo en alguien que antes no había "visto", y que ahora me deslumbra. No sucede a menudo, porque derribar mis barreras no es nada fácil, pero de repente alguien (un familiar/un amigo/un desconocido) entra y no hay manera de hacerle salir. Me vuelvo loca e irremediablemente apasionada. El resto de personas que me rodean (y a las que quiero) pasan a un segundo plano. El mundo se para y yo sólo quiero adentrarme más y más en ese alguien, quiero formar parte de él. Me vuelco, derramo todo mi ser, hasta quedarme seca y consumir todas las emociones.
Cuando la fiebre pasa, deja en su lugar mucho cariño y una ternura considerable. Me gusta conservar a esas personas (de una manera u otra) en mi vida, conocerlas con calma, con equilibrio, reforzar la amistad... Ser serena y estable.
Y cuando parece que todo marcha bien, que tengo las relaciones personales bajo control, vuelve. Vuelve la sed de otra persona y ese periodo de "enamoramiento" que es como una droga, una puta locura que me vuelve la cabeza del revés y el corazón boca abajo.
Es en estos momentos cuando suelo dar rienda a mi yo más puro (o más visceral), así que cuando me faltan los echo de menos, pero cuando están me siento como si una vorágine de emociones asfixiantes amenazase con ahogarme (y a ratos lo lograse). Odio y amo esta dualidad casi tanto como me amo y odio a mí misma.
Pero en el fondo sé que no podría vivir sin apasionarme, por mucho que me maree y confunda, pues al final siempre vuelvo a montar en la montaña rusa. Otra vuelta, por favor, que no sé vivir sin desvivirme un poco más.

14 de noviembre de 2013

Arrebatos de amor a la vida

Llega un punto en el que crees que el dolor te ha enseñado todas las lecciones posibles y que no te puede aportar nada más. Pero, como casi siempre, estaba equivocada. Estas dos últimas semanas han sido algo difíciles, y sin embargo, he aprendido. He aprendido que el mundo no se para por nada ni por nadie. He vuelto a comprobar que hay gente maravillosa que, efectivamente, merece la pena. He recordado que es mejor subirse en la montaña rusa que vagar por la llanura... He visto que la monotonía nos languidece y que la angustia nos corroe. La ausencia nos vacía y aleja, pero el amor nos llena. La resignación y la desidia van de la mano hacia un estanque de aguas pantanosas, mientras que el inconformismo genera movimiento y cambio. Seguir el camino es aburrido y cobarde, lo valiente es dejar nuestras huellas en mitad de la roca. Dar y ayudar, sobre todo mediante pequeños gestos, nos hace sentirnos realizados. Y querer... querer resulta más fácil que dejarse querer, pero esto último también es vital.
He aprendido a no olvidar lo que siempre he sabido... que merece la pena amar la vida sobre todas las cosas, vivir intensa, desgarradora, arrebatadoramente, dejando el aliento en cada segundo.

1 de octubre de 2013

Death and all his friends

I don't believe we’re born knowing how to love, and if we are, that stuff gets forgotten so early. The first time our cries are not answered, we switch from love to survival. However, survival is not easy, even when the basic tools are supplied, death can come unexpectedly, to anyone... at any time.

14 de abril de 2010

La promesa

Desde el principio le dejó las cosas bien claras a Lucía. Él no era un hombre de promesas, de ataduras ni de sólidos lazos. Él era un alma libre. Iba a dónde quería y hacía lo que deseaba. Sus únicas obligaciones eran las que él mismo se imponía: Buscando siempre su bienestar, viviendo el momento, soñando. Sin pensar en el pasado ni en el futuro. Lo importante era el aquí y el ahora.
Y así se lo dijo a ella:
-No soy hombre de promesas. No esperes ninguna por mi parte. Yo no me obligo a estas cosas. A mí, o me salen del alma, o no me salen. Mi lema es que si amas a alguien, déjalo libre, si regresa es tuyo, si no, nunca lo fue. Necesito que me dejes volar. Como esa canción que tanto te gusta; "déjame volar aunque tropiece con el cielo".
Yo te aviso, para que luego no te lleves decepciones.
Y a pesar de ello, Lucía le recibió con los brazos abiertos, se entregó por completo a Rodrigo y puso cuerpo y alma en la relación. En el fondo ella pensaba que si se ama de verdad a alguien, hay que agarrarlo con mucha fuerza para que no se escape. Lucía había escuchado las palabras de Rodrigo pero las había arrinconado en su mente; así resultaba más fácil.
Y Rodrigo, Rodrigo... disfrutó de una época preciosa junto a su amada. Tan cegado estaba por el amor y tantas ganas tenía de pasar el resto de la vida con Lucía, que la hizo una promesa. Su primera promesa, pues ni siquiera de niño había empleado esa palabra. Rodrigo prometió a Lucía una poesía. Una poesía muy especial, pues debía estar escrita con el alma; debía ser tan grandiosa que sería imposible que se quedase en el olvido. Sería pura magia, una forma de volcar lo que había en el fondo de él. Rodrigo puso todas su expectativas en unos versos, pues quería que Lucía, cuando los leyese, sintiese ese duende escondido. Así, la poesía se quedó en un ambicioso proyecto.
Lucía, emocionada, pensó que los impulsos de libertad y soledad de él, se habían disuelto. Lucía era una mujer feliz. Sus sueños estaban acaparados por él. Él. Sólo él. Nada más. Soñaba que le tenía, que la quería. Y despertaba, y ahí estaba él, abrazándola. Y entonces ya no quería dormirse, pues la realidad superaba con creces a los sueños.
Rodrigo empezó a darse cuenta de los anhelos de Lucía: una vida en común, un proyecto en futuro. De repente la vida cogía carrerilla y no estaba muy seguro de encontrarse en el camino acertado. De la noche a la mañana volvieron las ansias de soledad. Cualquier escusa era válida para interponer metros cúbicos de aire entre ella y él. El agua, el viento, la arena... todo, todo menos el amor, cobraba una relevancia que antes no había tenido. Y Rodrigo comenzó a buscar motivos para querer a Lucía: y todo se acabó. En el mismo momento en que tuvo que preguntarse por qué quería él a esa mujer, descubrió que ya no sentía la llamada de su piel, ni el amor, ni la complicidad, ni la amistad...
Y todo terminó. Y Lucía murió por dentro. Y renació de sus cenizas cual ave fénix; pues nadie muere por amor.
Y cuando parecía que ella le había olvidado, recibió una carta cuyo único contenido era una poesía. No hace falta decir quién era el remitente.
Rodrigo lo había conseguido, Lucía había sentido un duende al leer la poesía. Pero ese duende no era algo triste ni melancólico. Era más bien una renovación. La prueba de que podía pasar página.
A pesar de ello no dejó que el viento se llevase las palabras de la única promesa que él la hizo.

23 de marzo de 2010

¿Sabes?

-¿Sabes? Pensé que deberías saberlo.
-¿Saber qué?
-Que alguna vez fuiste feliz conmigo.
Me dejaste petrificada. Muda de asombro. Y luego, con todos los acontecimientos que se sucedieron, no encontré la ocasión de responderte.
-¿Sabes? Cada vez que pienso en ti y en todo lo que compartimos, se dibuja una sonrisa en mi cara.
Espero que eso te responda.
Nada es del todo blanco ni del todo negro. Creo firmemente en los tonos grises. Es más, creo que la vida, a pesar de ser injusta, siempre nos da algunos regalos. Sólo hace falta saber verlos.

17 de marzo de 2010

Un rayito de sol para mí

Hoy los rayos de sol que inciden en mi cuerpo son como tus abrazos. El calor, tus besos recorriendo mi espalda. La brisa, tus manos jugando con mi cabello.
Y aunque sepa que en diez minutos te voy a ver, la espera no deja de ser emocionante. Mariposas en el estómago. ¡A estas alturas! Quién lo iba a decir... Nervios a flor de piel. Adrenalina. Éxtasis. Calor. Mucho calor.
Eres como un rayito de sol que entra por la ventana y alegra el día a aquel que sólo esperaba encontrar nubes en el horizonte.
Pues eso, que eres mi rayito de sol.

21 de febrero de 2010

Eros y Psique

Os dejo con una de las muchas versiones de la leyenda de Eros y Psique:
Psique era la menor de las tres hijas de un rey de Asia. Su hermosura no tenía comparación, pero por contra, su carácter era profundamente insufrible. Había sido malcriada y ya nada podía formalizarla, incluso sus gustos eran tremendamente volubles. Pero un hermoso joven, amable e inteligente que en realidad era el propio dios Eros, se enamoró profundamente de ella y urdió un plan para conquistarla. Descubrió que lo de que verdad atraía a Psique era la curiosidad, un estado que en ella se convirtió en pasión. Por eso, Eros cubrió todos su actos de un gran misterio.
Eros se apoderó de un hermoso bosque, en el que hizo construir un enorme y suntuoso palacio en el que introdujo todo aquello que pudiese ser placentero para la vista, que deleitase el oído o que halagase el olfato. Hasta allí fue atraída Psique y escuchó una voz que le dijo: "tú eres la señora de este palacio, ordena lo que quisieres y serás inmediatamente obedecida". La joven doncella no lo dudó un momento y empezó a solicitar diferentes presentes quedando enormemente impresionada de los bellos muebles y telas que se le acercaban, los empalagosos perfumes que la rodeaban, las frutas de exquisito sabor que degustaba y, sobre todo, los múltiples criados que se le acercaban para servirle. La curiosa Psique quiso saber a quien debía tantos favores y preguntó a sus hermanas, criadas, amigas y conocidas pero de ninguna obtuvo respuesta.
De día, Eros permanecía oculto y por la noche corría entre la hierba, se acercaba a Psique, la observaba y le pedía que le prometiera que no se casaría con nadie más. Cuando la Aurora, despuntaba en el horizonte, Eros desaparecía como había venido, dejando en profundo tormento a Psique que no hacía más que preguntar por su benefactor. Las hermanas de Psique, mientras, carcomidas por la envidia que les producía tantos halagos y regalos por parte del misterioso príncipe, se regodeaban en su desesperación y la hacían sospechar contra él diciendo que podría tratarse de un monstruo o vampiro que la mataría cuando tomara confianza. Sus hermanas le facilitaron una lámpara y un puñal para que intentase descubrir a su amante y lo matase si sus sospechas fuesen fundadas.
Esa noche, cuando Eros estaba recostado en su diván descansando, Psique se le acercó ansiosa intentado buscar el rostro de su bienhechor, cuando se acercó a él y lo vio exclamó excitada "¡Dioses inmortales! ¡qué veo! ¿es éste el monstruo que tanto temía yo y que mis hermanas me habían pintado con tan vivos colores? Es el mismo Eros, en la flor de su adolescencia. ¡Oh, felicidad infinita! Es él quien me pretende por esposa". En su regocijo Psique derramó cera de la lámpara en el rostro de Eros quien se despertó y la contempló sobresaltado diciendo "Ingrata Psique. Ahora me conoces ya. Tu felicidad dependía de tu ignorancia. Yo no puedo ser tuyo". En ese momento todo el palacio desapareció y Psique quedó abandonada. Lejos de Eros, Psique se marchitaba. Su devoradora pasión, ahora sin objeto, la impulsaba a querer destruirse. Loca de desesperación, se arrojó al mar con la intención de ahogarse. Pero las olas la devolvieron suavemente a la orilla. Saltó entonces de la torre más alta para destrozar su cuerpo contra las rocas. Pero el viento la envolvió y amortiguo su caída. Entonces, viendo que ni siquiera la muerte la quería, se puso a gritar. Sus gritos rodaron hasta las montañas vecinas, donde el eco los repitió hasta el infinito.
Finalmente Psique acudió al oráculo de Afrodita, madre de Eros, pero ésta, que estaba enormemente disgustada porque había sido capaz de enamorar a Eros y celosa de su belleza, lejos de ayudarla la confinó a horribles trabajos a los que Psique se dedicó rauda, pues pensaba que así podría pagar su culpa. Primero tuvo que llenar un cántaro de agua cenagosa de una fuente guardada por cuatro dragones y después tuvo que cortar un poco de lana de unos violentos carneros de lo alto de una larga cima. En su tercera encomienda, Afrodita encargó a Psique que fuera al inframundo a pedirle a Perséfone un poco de su belleza en una caja pero le indicó que no podía abrirla pues no merecía más atractivos. Psique consiguió lo que se le encargó, pero cuando, muerta de curiosidad, abrió la caja, su cara se llenó de una negra ceniza y un espejo le mostró su horrendo rostro. Psique cayó desmayada y fue llevada al altar de Afrodita, desde donde le dirigió una plegaria. Estando en este trance, se le apareció Eros , y la enormemente sorprendida y exhausta Psique no pudo más que implorar perdón. Eros, enorgullecido por tanta muestra de sumisión le quitó su máscara y la desposó, no habiendo nunca unión más perfecta ni más feliz. Para mayor regocijo, Zeus la convirtió luego en inmortal.
Hay múltiples versiones de esta leyenda pero en todos los casos el mito nos dice que el amor no debe ser analizado; es siempre y simplemente amor, y no atiende a razones.
Para ti, Alejandra, con el deseo de que vivas una historia tan apasionada como la de Eros y Psique y con la certeza de que ésta será menos turbulenta.
Pronto. Muy pronto. Cuando menos te lo esperes, mirarás a los ojos de alguien y te darás cuenta de que has encontrado a tu Eros.
Y para todos los que, de alguna forma, seguimos soñando con oír una voz que nos llame diciendo "Soy yo"
Porque el corazón no se cansa y sigue, día tras día, esperando que vengan a buscarlo.

8 de diciembre de 2009

Y finalmente, se acabó la época de él

Se había olvidado de olvidarle. Así fue como lo supo. Cuando te olvidabas de olvidar, te estabas acordando, pero cuando te olvidabas de olvidar, entonces ya habías olvidado.
Lo que hizo que ella le recordara no vino de ninguna acción de su cerebro (lo que habría significado que no podía olvidar), sino de una llamada en una fría tarde de domingo a principios de diciembre.
Era sencillo, cuando escuchó su voz, se acordó de él.
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Sintió una enorme alegría al verle de espaldas. Había ciertos sentimientos que era imposible destruir, por mucho que lo merecieran. Él se giró y la vio acercarse. ¿Por qué parecía tan feliz de verla? ¿Por qué estaba ella tan feliz de verle?
Tenía mejor aspecto. Se le véía erguido. Fuerte. La vez anterior su expresión había sido de súplica patética. Esta vez no era así.
Se sentaron juntos. Ella mantuvo las manos sobre las piernas y fijó la vista en los 30 cm de hierba rala que los separaban.
-He estado hecho polvo- explicó él.
Le creyó, aunque ahora no parecía muy hecho polvo.
- Me porté fatal- dijo ella.
-Tengo que contarte una historia- la dijo él- mirándola directamente.
-Vale- respondío ella (intuía que tenía un papel en aquella historia.)
-¿Recuerdas que me preguntaste si pensaba que te ibas a lanzar a mis brazos cuando me vieras?
Ella lo recordó abochornada. Lo había dicho con crueldad, para hacerle daño.
- Bueno, pues realmente eso era lo que pensaba- dijo él sin titubear. -Que te lanzarías definitivamente a mis brazos y que estaríamos juntos para siempre.
Aunque la resultó doloroso oir esto, ella admiró su honestidad.
-Conseguí los impresos de matrícula en diferentes universidades de Madrid.
Admiraba su honestidad pero en ese momento deseaba que cesara.
-Compré un anillo.
Se mordió la mejilla por dentro con tanta fuerza que sintió el sabor de la sangre. ¿Cómo podía decirla esas cosas? Era evidente que a él le resultaba tan doloroso decirlas como a ella oirlas. No sabía cómo responder.
-No pensaba que nos casaríamos- continuó diciendo él. -Al menos los primeros años. Pero quería darte algo para demostrarte que nunca te volvería a dejar.
Sintió que la aporreaban en la cabeza. La salieron lágrimas inesperadas. Él era muy valiente. Hacía falta tener mucho valor para hacer esa confesión. Ella sabía que no iba a parar hasta haberla acabado.
-Trabajé y estudié a la vez. Gaté casi todo lo que gané en el anillo. ¿Y sabes lo que hice con él?
Él la miraba tan fijamente que ella entendió que esperaba una respuesta. Sacudió la cabeza.
-Lo tiré.
Ella abrió los ojos como platos. Solía pensar que ella tenía una gran capacidad de destrucción pero no había contado con la de él. De pronto entendió que esa confesión era parte de la penitencia de ella. Y la de él. Era la penitencia de ambos.
Él se puso en pie. Le hizo falta mirala a la cara solo un segundo para saber que podía abrazarla. Y ella lloró en sus brazos. No eran lágrimas tristes en absoluto. Solo lágrimas que tenía que expulsar. Lloró sobre la camiseta de él. Y él la abrazó tan fuerte como pudo.
-¿Piensas que algún día podrás perdonarme?- la preguntó. Pero su voz no contenía ninguna exigencia. Ella sabía que podría responder sí o no y no por ello la dejaría de abrazar.
-Tal vez- dijo ella en voz baja. -Creo que quizá sí. ¿Y tú a mí?
-Ya estabas perdonada antes de contarte la historia, de otra forma no lo hubiera hecho. Dime, ¿quieres a alguien más?
-Lo intenté- respondió ella. -No se si puedo.
-Podrás- afirmó él.
Ella asintió contra el pecho de él. Se quedaron en esa posicion hasta que se hizo demasiado tarde.
Él se desprendió de ella lentamente, renuentemente. Ella sintió que el aire frió reemplazaba todas las partes que se habían estado tocando. Antes de separarse de ella, le puso las manos en la cara y le dio un beso lleno de deseo. Un nuevo tipo de beso: maduro y decisivo.
Apenas hubo desaparecido, ella volvió a tener la antigua sensación de echarle de menos. No escocía como una herida abierta, era más bien como el malestar de un resfriado que empezaba.
Se preguntó si realmente habían superado su relación. Parecía más bien que se habían superado a sí mismos.

1 de diciembre de 2009

ÉL Y ELLA. ELLA Y ÉL.

Os dejo con un relato.
ELLA
“Sólo se quiere de verdad una vez en la vida, aunque uno no se dé cuenta.”
ÉL
“¿Sabe lo mejor de los corazones rotos? Que solo pueden romperse de verdad una vez. Lo demás son rasguños.”
ELLA
Es de madrugada, la acaba de dar una de esas crisis existenciales. En vez de permanecer tumbada en la cama intentando controlar la pena, se va al baño y se pone delante del espejo. Mira su rostro y se da cuenta de que tiene el aspecto de una persona que espera. Impaciente. Torturada. Frustrada. Pero sobre todo, que espera.
¿Qué espera ella?
A él. Por supuesto. Que estaba siempre allí mientras ella lo evita a conciencia.
Todavía espera que vuelva a ella, aunque no vaya a hacerlo. Ella sigue reservándose para algo que no va a pasar. Se la da bien esperar. Parece triste ser bueno para eso.
Necesita liberarse de él. Necesitaba seguir con su vida. Tal vez hasta volver a enamorarse.
Pero hay una trampa. Para desembarazarse del dolor, tiene que renunciar a lo demás también: la sensación de sentirse amada. La sensación de ser deseada e incluso necesitada. La forma en que él la miraba y la tocaba. El sonido de su nombre cuando lo decía él. El número de veces que él había escrito “Te quiero”.
No es al sufrimiento a lo que se aferra voluntariamente. Es a las cosas preciosas. Pero las cosas preciosas la atan, irremediablemente, al dolor.
Espera que él venga a por ella. Espera que la libere. Vive en silencio, pasivamente, en la orilla de las grandes vidas de otros: ocupa el espacio que dejan para ella.
Entonces llega a una conclusión: ya no puede seguir esperándole.
ÉL
No puede dormir. Nada habitual en él, que siempre procura llegar exhausto a la cama para quedarse dormido al instante y así no pensar.
Pero hoy ha soñado con ella. Tanto tiempo evitándola… Ha dedicado tantas horas a intentar aprender el arte del olvido para nada porque, al mínimo descuido, ella se ha colado en sus sueños.Esta noche la ha visto cercana. Extremadamente real…
Olvidar. Mirar al techo. No pensar en nada. Poner la mente en blanco. Buscar dibujos geométricos en el gotéele… Cualquier cosa con tal de borrar la memoria.
¡Vaya! Habría jurado que durante estas últimas semanas había logrado cierta estabilidad emocional.
ELLA a ÉL
Entonces, con una seguridad sorprendente, ella se dirige a su habitación. Saca dos hojas en blanco del cajón, se tumba en la cama y, apoyada en la almohada, comienza a escribir.
Con una pequeña bombilla como toda iluminación, escribe las palabras que le gustaría decirle a él. Una carta de amor. O desamor. Más bien una misiva.
Una misiva que nunca enviará:
Amor, te escribo con el propósito de desempañar los cristales que nos separan para que puedas observar a través de ellos con perspectiva.
¿Por que sabes qué? Vivo. Tengo una vida. Radicalmente opuesta a la tuya. Digo yo que ya va siendo hora de aceptarlo.Que si... que nos queremos ¿Y? Quizás yo quiera liberarme de este lastre de pena de amor que llevo colgado a la espaldaPuede que lo que yo necesite sea tomarme las cosas con más calma.
No dudes nunca de mi amor por ti. Pero sinceramente, no estoy para vivir así. Muerta de miedo, esperando unas pocas horas de éxtasis a cambio de angustias y remordimientos. Tu amor lo pudo todo. Ya no. No es cuestión de cobardía ni mucho menos. Todo se reduce a que ahora tengo más mundo a parte de ti. Pequeños bancos en los que apoyarme para lograr soportar esa pérdida que los dos sabíamos que llegaría tarde o temprano. Estoy lista para ello. Y tú también. Aunque no lo creas, ya no dependes de mí como antes.
Hay cosas que en ocasiones pueden más que el amor: La familia y los amigos. Y si estos dos se encuentran en distinto lado de la balanza que el amor… no hay mucho que hacer, o… ¿Acaso te ves tú con fuerza de enfrentarte a tanta gente? Yo no.
Que la felicidad ilumine tus días.
ÉL a ELLA
Puede que si la escribe un correo. Un mensaje, diciendo lo que siente, se le pase la impotencia que tiene en el cuerpo y vuelva a sí mismo:
Te quiero. No te olvido. Vuelve.
No. No vuelvas. Me dañarás más.
Vuelve.
No tiene palabras para describir lo que quiere porque ni él mismo sabe lo que quiere. La debería olvidar pero aún así, no puede. Supone que esto, como todo en la vida, requiere su tiempo.
Es más. Si lo piensa, creeque en realidad todo se reduce a una mera cuestión de tiempo. A acostumbrarse a la ausencia.
ELLA
Deja las hojas y el bolígrafo en la mesa. Definitivamente, si ya estaba convencida, escribir esas palabras ha servido para que se reafirme. Hay una frase que se ha quedado con ganas de escribir en la misiva. ¡Qué pereza levantarse para escribirla!
Se limita a susurrar:
- Ya no puedo seguir esperándote.
ÉL
Vuelve a la cama. Fija su vista en el techo durante un rato y de repente le entra la inspiración. ¡Ya sabe qué la quiere decir!
-Quizás. Una palabra tuya que de tanto usarla la acabé convirtiendo en mía. Sí, amor, quizás. Cuando los años hayan pasado y mi piel no rejuvenezca cada día pero todavía el sol siga siendo amarillo. Entonces, quizás. Nos encontraremos en un pueblecito de la bahía de Cádiz.
ÉL Y ELLA
“Es curioso lo fácil que es contarle a solas a un trozo de papel lo que no te atreves a decir a la cara.”
Ambos eliminan el email y la carta respectivamente y apagan la luz.
Ella escucha un rato la radio pero pronto se queda dormida.
Él se pone los cascos con música a un volumen muy alto. No duerme más en toda la noche.
En unos meses ambos aprenderán a conciliar el sueño con presteza.

Hoy es el día mundial de la lucha contra el SIDA. Almu. Allá donde estés: te queremos y te echamos de menos. Que llegue pronto el día en que esta enfermedad no se cobre más vidas.

9 de noviembre de 2009

Sonriendo



Lo que que tiene el amor es que después de dejarte en lo más hondo del pozo, coge un día y te eleva hacia las nubes.

Sé perfectamente que este viaje a las nubes puede ser breve. Muy breve. Y que cuando termina uno lo pasará peor aún. Pero una vez que se ha arriesgado tanto, que se ha lanzado la mente a la aventura y al peligro, no se puedo abandonar así como así la locura.

¿Pero por qué? ¿Soledad? No. ¿Compasión acaso? Tampoco. ¿Dolor? Ni siquiera por eso.
La respuesta es tan fácil. Tan sencilla… Porque se ama. Y aunque no sea en las mejores circunstancia, con el amor se consigue diluir las tristezas.

Entre pena y pena: sonríe. Estás a tu vera. Es todo lo que necesitas saber. 


Probablemente en un futuro uno quiera darse cabezazos contra la pared por haber reconocido y arriesgado tantos sentimientos, pero creo que al amar de verdad siempre se expone uno al sufrimiento.
He hecho cálculos. A mí al menos me merece la pena. No se a vosotros pero… ¡Qué sonrisa acude a mis labios!
Deseo que la mejor de las sonrisas, sea por el motivo que sea, ilumine vuestras caras.
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