1 de diciembre de 2009

ÉL Y ELLA. ELLA Y ÉL.

Os dejo con un relato.
ELLA
“Sólo se quiere de verdad una vez en la vida, aunque uno no se dé cuenta.”
ÉL
“¿Sabe lo mejor de los corazones rotos? Que solo pueden romperse de verdad una vez. Lo demás son rasguños.”
ELLA
Es de madrugada, la acaba de dar una de esas crisis existenciales. En vez de permanecer tumbada en la cama intentando controlar la pena, se va al baño y se pone delante del espejo. Mira su rostro y se da cuenta de que tiene el aspecto de una persona que espera. Impaciente. Torturada. Frustrada. Pero sobre todo, que espera.
¿Qué espera ella?
A él. Por supuesto. Que estaba siempre allí mientras ella lo evita a conciencia.
Todavía espera que vuelva a ella, aunque no vaya a hacerlo. Ella sigue reservándose para algo que no va a pasar. Se la da bien esperar. Parece triste ser bueno para eso.
Necesita liberarse de él. Necesitaba seguir con su vida. Tal vez hasta volver a enamorarse.
Pero hay una trampa. Para desembarazarse del dolor, tiene que renunciar a lo demás también: la sensación de sentirse amada. La sensación de ser deseada e incluso necesitada. La forma en que él la miraba y la tocaba. El sonido de su nombre cuando lo decía él. El número de veces que él había escrito “Te quiero”.
No es al sufrimiento a lo que se aferra voluntariamente. Es a las cosas preciosas. Pero las cosas preciosas la atan, irremediablemente, al dolor.
Espera que él venga a por ella. Espera que la libere. Vive en silencio, pasivamente, en la orilla de las grandes vidas de otros: ocupa el espacio que dejan para ella.
Entonces llega a una conclusión: ya no puede seguir esperándole.
ÉL
No puede dormir. Nada habitual en él, que siempre procura llegar exhausto a la cama para quedarse dormido al instante y así no pensar.
Pero hoy ha soñado con ella. Tanto tiempo evitándola… Ha dedicado tantas horas a intentar aprender el arte del olvido para nada porque, al mínimo descuido, ella se ha colado en sus sueños.Esta noche la ha visto cercana. Extremadamente real…
Olvidar. Mirar al techo. No pensar en nada. Poner la mente en blanco. Buscar dibujos geométricos en el gotéele… Cualquier cosa con tal de borrar la memoria.
¡Vaya! Habría jurado que durante estas últimas semanas había logrado cierta estabilidad emocional.
ELLA a ÉL
Entonces, con una seguridad sorprendente, ella se dirige a su habitación. Saca dos hojas en blanco del cajón, se tumba en la cama y, apoyada en la almohada, comienza a escribir.
Con una pequeña bombilla como toda iluminación, escribe las palabras que le gustaría decirle a él. Una carta de amor. O desamor. Más bien una misiva.
Una misiva que nunca enviará:
Amor, te escribo con el propósito de desempañar los cristales que nos separan para que puedas observar a través de ellos con perspectiva.
¿Por que sabes qué? Vivo. Tengo una vida. Radicalmente opuesta a la tuya. Digo yo que ya va siendo hora de aceptarlo.Que si... que nos queremos ¿Y? Quizás yo quiera liberarme de este lastre de pena de amor que llevo colgado a la espaldaPuede que lo que yo necesite sea tomarme las cosas con más calma.
No dudes nunca de mi amor por ti. Pero sinceramente, no estoy para vivir así. Muerta de miedo, esperando unas pocas horas de éxtasis a cambio de angustias y remordimientos. Tu amor lo pudo todo. Ya no. No es cuestión de cobardía ni mucho menos. Todo se reduce a que ahora tengo más mundo a parte de ti. Pequeños bancos en los que apoyarme para lograr soportar esa pérdida que los dos sabíamos que llegaría tarde o temprano. Estoy lista para ello. Y tú también. Aunque no lo creas, ya no dependes de mí como antes.
Hay cosas que en ocasiones pueden más que el amor: La familia y los amigos. Y si estos dos se encuentran en distinto lado de la balanza que el amor… no hay mucho que hacer, o… ¿Acaso te ves tú con fuerza de enfrentarte a tanta gente? Yo no.
Que la felicidad ilumine tus días.
ÉL a ELLA
Puede que si la escribe un correo. Un mensaje, diciendo lo que siente, se le pase la impotencia que tiene en el cuerpo y vuelva a sí mismo:
Te quiero. No te olvido. Vuelve.
No. No vuelvas. Me dañarás más.
Vuelve.
No tiene palabras para describir lo que quiere porque ni él mismo sabe lo que quiere. La debería olvidar pero aún así, no puede. Supone que esto, como todo en la vida, requiere su tiempo.
Es más. Si lo piensa, creeque en realidad todo se reduce a una mera cuestión de tiempo. A acostumbrarse a la ausencia.
ELLA
Deja las hojas y el bolígrafo en la mesa. Definitivamente, si ya estaba convencida, escribir esas palabras ha servido para que se reafirme. Hay una frase que se ha quedado con ganas de escribir en la misiva. ¡Qué pereza levantarse para escribirla!
Se limita a susurrar:
- Ya no puedo seguir esperándote.
ÉL
Vuelve a la cama. Fija su vista en el techo durante un rato y de repente le entra la inspiración. ¡Ya sabe qué la quiere decir!
-Quizás. Una palabra tuya que de tanto usarla la acabé convirtiendo en mía. Sí, amor, quizás. Cuando los años hayan pasado y mi piel no rejuvenezca cada día pero todavía el sol siga siendo amarillo. Entonces, quizás. Nos encontraremos en un pueblecito de la bahía de Cádiz.
ÉL Y ELLA
“Es curioso lo fácil que es contarle a solas a un trozo de papel lo que no te atreves a decir a la cara.”
Ambos eliminan el email y la carta respectivamente y apagan la luz.
Ella escucha un rato la radio pero pronto se queda dormida.
Él se pone los cascos con música a un volumen muy alto. No duerme más en toda la noche.
En unos meses ambos aprenderán a conciliar el sueño con presteza.

Hoy es el día mundial de la lucha contra el SIDA. Almu. Allá donde estés: te queremos y te echamos de menos. Que llegue pronto el día en que esta enfermedad no se cobre más vidas.

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