Más
duro que perder uno mismo la razón es que la pierdan las personas que más
quieres.
La razón te ha abandonado, ya no hay lucidez en tu mente. Tenemos que hacernos a la idea. Los dos, tú y yo, poco a poco.
La razón te ha abandonado, ya no hay lucidez en tu mente. Tenemos que hacernos a la idea. Los dos, tú y yo, poco a poco.
Démosle tiempo al tiempo, aunque precisamente es eso lo que más temes, no tener suficiente tiempo. O no poder emplearlo como quieres. Lo sé porque lo leo en tu alma, y porque en la mía se reflejan todos esos sentimientos.
Hago acopio de mis más profundas facultades mentales y rememoro viejos tiempos
buscando un instante al que aferrarme. Escarbo con angustia entre los
pensamientos a la caza de las palabras adecuadas. Percibo cómo el recuerdo
viene hacia mí, lento, tranquilo, sabedor de que yo lo espero con ansia y de
que tan pronto como desaparezca intentaré evocarlo con una asiduidad que roza
la obsesión.
Silencio,
se acerca:
Noche
fría. Ese frío que sólo se da en algunas provincias del norte de Castilla y
León. La luz de mi habitación encendida. Me encuentro con un libro entre las
manos y tumbada encima de la cama, sin tapar. Te acercas silenciosamente, cierras
el libro, apagas la luz, y me arropas con toda la ternura del mundo.
-Buenas
noches solete, que descanses. Todo esto en susurros, para no despertarme.
Pero ya no eres capaz de discernir por ti mismo. Has perdido toda capacidad
para distinguir el norte y por eso el rumbo de tu vida está en punto muerto, hoy
me lo has demostrado:
Conversación telefónica 1
–Abuelo,
abuelo. Soy Laura, tu nieta. ¿Qué tal?
–¿Pero
vais a venir o no?
–No
abuelo, que soy yo, la nieta de Madrid, la hija de Celia.
–¿No
quieres venir?
–Abuelo,
no puedo. Vivo en Madrid. Soy yo. Abuelo... –Sigo intentando que me reconozcas,
pero te enfadas y cuelgas.
Conversación telefónica 2
-¡Solete!
Me ha dicho tu tía que has llamado, ¿qué tal?
-¡Abuelo!
¡FELIZ 87 CUMPLEAÑOS!
Rebosan
los sentimientos:
–Dame la mano. Haremos este último viaje
juntos, hasta el final, no tengas miedo, yo te acompañaré.
Puedo
poner estas palabras en tu boca o en la mía y es lo mismo, sé que nuestras
emociones son recíprocas.
Perdemos
la razón, ambos, tú sin darte cuenta; yo, horrorizada.