21 de abril de 2010

La magia de la atracción

El amor rompe barreras, se puede expresar con tan sólo una mirada, un beso, un abrazo... Y hay muchas formas de amor: amor filiar, amor fraternal, amor pasional, amor paternal, amor duradero, amor fugaz, amor platónico, amor...
Cada uno puede sentirlo de manera diferente. Unas personas notan mariposas en el estómago, otras vuelan entre las nubes, a algunas se les acelera el corazón o sienten vértigo, y unas pocas racionalizan toda emoción.
Pero mi cuestión no es cómo, mi cuestión es para qué. Yo amo para sentirme viva, para encontrar un sentido al sinsentido de la vida. Es decir, el amor es mi razón de existir.
Amo a mi padre. Amo
 a mis abuelos. Amo a mis amigos. Amo a mis hermanos...
Sí, pero por algo cuando nombramos el amor lo relacionamos con la pareja. Y aunque me haya desviado, mi intención al crear este post era la de escribir una historia de amor. o más bien de pasión, que aunque tiene menos poderes curativos que el amor, es menos destructiva que el desamor. El siguiente relato es una historia corriente y moliente; salvo que los protagonistas de esta pasión aún no saben que lo son.
-So, exercice 3, Clara.
Clara. Escuchas mi nombre y te giras. Yo hago como que no me doy cuenta e intento contestar a la profesora. Se me traban las palabras. Siento el reflejo de tus rizos rubios por el rabillo del ojo. Digo palabras inconexas y mi amiga me tiene que susurrar la respuesta del ejercicio. Levanto el mentón y, evitando mirar tu nuca, le digo a la profesora el resultado. Y cuando parece que tengo mis hormonas bajo control, te quitas la sudadera y dejas al descubierto tu espalda durante unos segundos. Eso me trae recuerdos, Y mi cuerpo grita de emoción. Te bajas la camiseta y ahora me fijo en tu musculoso brazo de color bronce. Puedo pasarme así la vida entera: mirando tu brazo. Te das la vuelta, colocas el jersey en el respaldo de la silla y nuestras miradas conectan. Queman. Parece que no hay más mundo que tú. Tú y tus ojos azules. Rompo el contacto visual. Te das la vuelta. Consigo evitar pensar en ti durante 5 minutos. Intento concentrarme en el ejercicio de Inglés. Apenas lo consigo. Al rato estamos mirándonos otra vez. Ahora eres tú el que retira la mirada, no sin antes sonreírme. ¡Bendita sonrisa! Bécquer tenía razón: por una sonrisa, un mundo.
Miro el reloj. Las seis y media. Queda poco. Hablo con mi compañera de mesa. Apunto los deberes en el cuaderno. Te hecho una última mirada. Me pongo la chaqueta y salgo de clase acompañada de mi amiga. Caminamos un rato juntas, nos despedimos y voy sola hasta la estación de tren.
Una vez en el andén cuento las puertas de acceso al tren. Una. Dos. Tres. Cuatro... ¡Nueve! Entro en el vagón, giro a la derecha y... ¡Allí estás! Tienes la mochila en el asiento de al lado. Al verme la retiras y me haces un gesto. Me siento a tu lado.
-¡Hola Clara! Al fin te has dignado a venir a clase. Llevaba 11 días sin verte.
-Ya...
El tren se pone en marcha
-He llegado a pensar que me estabas evitando
-¿Yo? No, es que he estado mala.
-¡Ah! Como no me has mandado ningún mensaje pues pensaba que...
-¿Que no me atrevería a venir?
-Más o menos
-Ya veo, y ahora que estoy aquí, ¿qué piensas?
Te ríes
-No pienso. Estoy aliviado y contento.
-Si me dices eso sin besarme no me lo voy a creer.
Nos besamos. Y nos besamos y nos besamos y... llegamos a nuestra parada. Me coges de la mano
-¿Sabes?
-¿Sí?
-No debería haber venido. Al final me voy a acabar enganchando a ti.
-No puedes reprimir el deseo, Clara. Cada molécula de tu cuerpo se siente irremediablemente atraída por el mío.
-Y tú te aprovechas de ello
Sonríes.
-Un poco. ¿Te consuela si te digo que a mí me pasa lo mismo contigo? Durante las dos horas de clase he estado muriéndome de ganas por ti.
Llegamos a tu portal.
-¿Y te crees que yo no? Tenemos que pararlo. Tienes que dejar de.. de... de mirarme, y de extender el brazo y.. Tienes que parar o algún día me tiraré a tus brazos allí mismo.
Le debe de parecer muy gracioso lo que he dicho, pues se está riendo bastante.
-¡Tú me dirás cómo paro yo eso! Solo encuentro una solución. Volvamos al tren. Elijamos una ciudad al azar y vayámonos de aquí, así no tendremos que volver a clase nunca más. ¿Donde quieres ir? ¿Villaverde? ¿Tres Cantos? ¿Fuenlabrada?
Él se ríe, yo me estremezco. Sólo con que me haya nombrado la ciudad en la que Ángel pasó su último año, se me ponen los pelos de punta.
-Anda, deja de decir tonterías y bésame.
Besarnos. Y besarnos. Y besarnos. Y besarnos. Y besarnos. Y besarnos. Y besarnos...
-¿Subes?
-¿Ahora?
-¡Claro! No hay nadie.
-Emm... no, no, tengo que ir a casa.
-Te acompaño.
Besarnos. Y besarnos. Y besarnos. Y besarnos. Y besarnos. Y besarnos...
-¡Uf! Me tengo que ir a casa
-Sí, un momento.
Besarnos. Y besarnos. Y besarnos. Y...
-¡Mierda! Eres como una droga. Es tarde y tengo que estudiar historia, vámonos.
-Va, va...
Al fin, en la puerta de mi urbanización, me dices la frase temida.
-¿Quedamos mañana?
Te miro sorprendida.
-No me mires así, quiero pasar más tiempo contigo y no se cuánto queda hasta que vuelvas a huir de mí.
- ¡Ays! No fui yo la que llamó cuando llevábamos una semana de... la cosa esta que no se si es rollo o aquí te pillo aquí te mato o... lo que sea, para decirme que lo dejábamos. En serio, a veces me derrito contigo y otras me dan ganas de gritar...
-Clara...
-Mira me subo a casa. Mañana hablamos ¿Vale?
Beso. Nervios. Subir corriendo las escaleras. Tumbarme en la cama y volver a pensar en tu maldita sonrisa. Y saber que ganarás, que al día siguiente volveré a quedar contigo, porque es como si me pusieran un caramelo en el borde de los labios. Imposible resistirse, por mucho examen de historia que haya.

Estoy perdiendo el control de mi cuerpo y con ello el de mis actos. Parezco una adolescente descubriendo los secretos de la pasión. ¡Qué asco!
Y lo más curioso es que ni si quiera confío en ti, o al menos no lo suficiente como para permitirte leer esto.

¿Serás tú, amor, un largo adiós que no se acaba?

No hay comentarios:

Publicar un comentario