15 de abril de 2010

El misterio de los vidrios

-¡Daniel, cómete las lentejas que se te van a quedar frías!
Daniel, un niños de 9 años, coge la cuchara, la llena y se la lleva a la boca.
-¡NO! ¡NO! PARA!
Demasiado tarde: Daniel se ha tragado un trozo de vidrio del tamaño de la cuchara. El cristal en sí estaba camuflado entre las lentejas y aunque toda su familia lo había visto, él no, y por muchos gritos que sus hermanos hayan pegado, Daniel ha terminado con el cristal en la tráquea.
-¡Dios mio! ¡Le está saliendo sangre por la boca!
Daniel se ha desmayado: le llevan corriendo al coche. Urgencias. Hospital. Quirófano. ¡Caos!
Los padres se han marchado con el pequeño, la casa está demasiado silenciosa y los dos hermanos mayores no saben qué hacer. Andan sin rumbo fijo de una habitación a otra. Suena el teléfono, es una amiga que aconseja a la hermana ir al hospital.
-Bien. Ir al hospital. No sé cómo no se me ha ocurrido antes. Vale. Al hospital. Gracias.
Son las dos de la madrugada, la hermana vuelve a casa después de pasar unas horas de infierno en el hospital. Por curiosidad abre la olla de las lentejas: decenas de cristales se encuentran en su interior.
Gracias a Dios todo quedó en un susto y la historia acabó bien, pero a fecha de hoy aún no han descubierto cómo llegaron los vidrios a la olla: misterio sin resolver.

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