21 de enero de 2010

El cajón del olvido

"Cuando uno no se entiende a sí mismo es imposible que entienda que otros le amen, y es imposible por tanto que respete a aquellos que le quieren".
Hace tiempo leí esta frase, la escribí y la guardé en un cajón. En el cajón del olvido. El de las cosas que se ignoran a propósito para evitar que su verdad nos golpee.
Pero hoy he decidido abrir ese cajón escondido. Y al hacerlo he sentido cómo los vientos pasados me envolvían dándome la bienvenida.
Así, con ese aire que me animaba a seguir, he ido sacando poco a poco todos los males del cajón. Y uno a uno me he ido enfrentando a ellos.
  • Lo primero ha sido encarar la culpa. Un sentimiento que no ayuda en nada. Lo que realmente cuenta es la acción. La decisión de cambiar la situación. Ninguno de mis lastres puede ser ni será el centro de mi vida, y por lo tanto el de nadie más.
  • Lo segundo a sido el perdón a mi propia persona. El entendimiento de mi corazón y mi mente, que por fin se han reconciliado a través del alma. Y así, reinventada y con los retazos de mi vida en armonía, he llegado al punto más espinoso.
  • El daño que he generado en los demás durante mis meses de olvido. La única excusa que tengo es mi propio dolor, que me ha cerrado los ojos ante el de los demás. Pero es una excusas pobre y barata por lo que sólo me resta pedir perdón por mis errores a todos los que me han sufrido y hablar con los más afectados. Entono el "Mea Culpa". No se puede desatender a los seres amados bajo ninguna circunstancia. Espero que aun no sea tarde para renacer de las cenizas y engendrar un nuevo yo. Un yo con las virtudes del pasado pero con la lección de los defectos aprendida.
  • Por último, he tomado una decisión. He elegido mi vida: instituto y amigos. Lejos de la depresión de casa y de la soledad. "En el término medio está la virtud" (dijo Aristóteles). Pues una vida lo más normal posible junto con un tratamiento es mi elección. Eso sí, me tomaré las cosas con calma. Hasta donde pueda llegar. Evitando el estrés y la frustración.
Cuando he cerrado el cajón del olvido, este estaba vacío. Limpio de impurezas. Preparado para convertirse en el cajón del recuerdo. Y al fin, después de rebautizar a mi cajón, he podido respirar tranquila. Libre de esa bola gris de tristeza que antes me oprimía la garganta. Libre. Al fin.
Ya no soy el seísmo del dolor . Ahora soy Kaede: la chiquilla de los claros de luna. La que si quiere, puede. La que ha conocido la felicidad y sabe que es una meta factible porque por muy nublado que esté, siempre acaba saliendo el sol.
Soy Kaede la que tiene toda la vida por delante.
Kaede la que ya no se guarda rencor a sí misma.
Kaede, que en realidad se llama Laura.
Y Laura, que os saluda.
"Cuando uno no se entiende a sí mismo es imposible que entienda que otros le amen, y es imposible por tanto que respete a aquellos que le quieren. Pero el tiempo nos ofrece sólo dos opciones: o asumir lo que somos, o abandonar; y si no abandonamos, si decidimos quedarnos en este planeta minúsculo y pactar con nuestra aún más minúscula vida, podemos interpretar esta resignación como una derrota, o como un triunfo."

Beatriz y los cuerpos celestes. Lucía Etxebarría.

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