15 de septiembre de 2009

Transformarse en árbol




Durante todos estos días, cuando estoy invadida por la envidia, la pereza, la ira y la tristeza, no me apetece mirar a nadie a los ojos y escuchar sus penas, sus triunfos o sus éxitos. No es que no me interesen, es que si es bueno, me alegro por esa persona pero también he de reconocer que siento cierta envidia. En realidad ni siquiera creo que sea envidia, se parece más bien al rencor… pero no a la persona en si misma, que la pobre nada tiene que ver, si no a la vida… rencor… no entender por qué a él le va bien y a mí no. Y peor es que la otra persona te relate sus penas porque entonces… una de dos… o siento que se queja por cualquier banalidad o me siento identificada y me doy cuenta de lo que esta pasando esa persona y entonces sufro por dos. Por eso no me gusta mirar a la gente a los ojos, y mucho menos a la gente que me conoce. No estoy preparada para ese examen. Y es así en realidad como me siento en cuanto digo o hago cualquier cosa, como si me estuviesen sometiendo a un escrutinio.

Y como no estoy preparada para la vida real me encierro en mi caparazón interior y me protejo de todo lo que hay a mi alrededor: familia, amigos, objetivos académicos... Pero este caparazón es frío, iluminado por una sola luz opaca y distante que revela la verdad de las cosas. Sentada yo, sobre mi caparazón, triste, incómoda y sola, veo todo. Me convierto en un árbol que no puede hacer nada más que observar su entorno sin poder actuar o ejercer fuerza sobre él. Me convierto en un árbol pequeño, sin experiencia, vacío de ideas claras y concisas. Un árbol blando, endeble, cuyas raíces se han escondido muy adentro en la tierra hasta ser olvidadas.

El viento está podrido de mentiras, falsedades e hipocresía y por eso las hojas absorben el aire tóxico, enferman y se pudren. Ahora el árbol se retuerce de dolor y de pena. Se siente abandonado sin que se le haya dado la oportunidad de mirar desde más alto.

Estar encerrada aquí, en mi caparazón, es malo... No puedo respirar la pureza de la naturaleza, ni descubrir el secreto de la felicidad humana. Estoy atrapada sin poder salir. Olvidada. Pero... estar… estoy… Tranquila y solitaria...

Y realmente me siento como el árbol en el que me he transformado: tan pequeño, tan infantil, tan sin experiencia… que quizás sea esa la razón por la cual me encierre y no logre salir de la soledad.... Soledad

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