28 de febrero de 2010

Me encantó bailar contigo



Me gustaría que inventases un cielo para mí. ¿Puede ser?
Lo sabes, te echo de menos. Hoy... más de lo normal. No puedo evitar pensar en tus manos, tus bailes, tus frases, tus abrazos... ¿Acaso los recuerdas tú?

—Puede que no sea hoy, ni mañana, pero tengo miedo de que un día empiece a llorar y no pueda parar y se inunde la habitación y nos ahoguemos los dos.
—Aprenderé a nadar.


Nunca, nunca, nunca me habían citado una frase tan hermosa. Nunca, nunca, nunca, había estado abrazada a alguien durante horas. Hasta que llegaste tú, rompiste todos mis esquemas y convertiste lo imposible en posible.

En realidad el propósito de esta misiva es el de decirte, honey, que hay cosas que para ser no necesitan permiso... y el amor es una de ellas. Una pena que hayas tenido que morir para que te dijese esto. Una verdadera lástima que en ningún momento te comentase que me encantó bailar contigo.

Porque en el fondo todo se reduce a un baile. Agradable en ocasiones, turbulento en otras, con tropiezos, caídas, e incluso empujones. Pero también hemos bailado al ritmo del compás, aunque nos haya costado, porque mira que un tres por cuatro... al principio no paras de pisar al otro pero cuando le coges el ritmo no es tan difícil. Como un vals. Sí. Quizás hayamos bailado un vals sin darnos cuenta. Me gusta la idea.

Pues lo dicho Ángel, un placer bailar contigo. Ahora, con tu permiso, intentaré bailar con las demás personas importantes de mi vida, aquellas que también merecen la pena.

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Esta entrada está dedicada a todas aquellas personas que de una forma u otra me han tendido la mano y ayudado en estos momentos difíciles. Gracias a los blogueros con los que he compartido tantos sueños y al resto de mis amigos, que día a día, están conmigo.

Los muertos se van pero los vivos permanecen y si uno continúa luchando es exclusivamente por y para las personas queridas.

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