17 de noviembre de 2009

Mi artista


Tengo mucha suerte. Además de contar con una estrella cuento con una artista.  Y eso siempre es algo a valorar.
La artista de la que os hablo realizó una espectacular representación teatral el pasado sábado. Una adaptación de una obra de Moliere. Nada fácil.
Sobra decir que la obra fue un éxito y que se agotaron las entradas.  Es un placer poder sentarte en un patio de butacas a disfrutar una buena obra. Y más cuando uno de los actores es una amiga. ¡Qué buen rato pasamos!

Bien, pues además de esta cualidad Ana posee otras muchas entre las que destaca la del don de la palabra. Ella es una de esas personas que sabe manifestar las palabras en todos sus modos magníficamente. Precisamente fue con ella con la que empecé a escribir pequeños relatos, que al fin y al cabo no eran más que una mera excusa para intentar expresarnos nosotras mismas. Y ayudó, aunque no lo creáis, a la introspección personal, esa búsqueda de uno mismo que a ciertas edades es tan importante.

Pero ante todo Ana es una amiga de verdad. De esas que son capaces de observar tu ridículo más grande sin reírte, de esas que te animan cada día e intentan que en tu cara se asome una sonrisa, aunque ni siquiera ella tenga ganas ni fuerzas para sonreír, de esas que, con una mirada saben cómo estás: si has dormido mucho o poco esa noche o si la tarde anterior pasó algo triste.
Cuanto más lo pienso más afortunada me siento.

No, aunque lo parezca, no os estoy vendiendo a Ana. Os vendo el teatro, la escritura y la amistad. Tres placeres que si van unidos. Mejor que mejor.

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