27 de enero de 2013

Qué es educar



Considero que solamente a través del aprendizaje las personas obtenemos un conjunto de habilidades y conocimientos que nos proveen de herramientas para resolver todo tipo de problemas y dificultades. Aprender supone una búsqueda cotidiana y permanente de conocimientos incorporados a través del estudio, la reflexión de las experiencias vividas y la realidad, es decir, la vida es un aprendizaje constante.

Por lo tanto, ser maestro es algo más que una profesión o un trabajo; es una vocación, una dedicación, una entrega absoluta hacia la vida y su futuro. La enseñanza tiene una importante misión en la formación de personas, por lo que ser maestro implica transmitir, enseñar, investigar, formar y educar sobre distintas materias y conocimientos, pero, por supuesto, también implica formar sobre la esencia del ser humano, sus valores y principios. De este modo, la educación es (y debe seguir siendo) un pilar fundamental de nuestra sociedad.


Educar es lo mismo

que poner un motor a una barca...

hay que medir, pensar, equilibrar...

... y poner todo en marcha.


Pero para eso,

uno tiene que llevar en el alma

un poco de marino...

un poco de pirata...

un poco de poeta...

y un kilo y medio de paciencia concentrada.


Pero es consolador soñar

mientras uno trabaja,

que ese barco, ese niño

irá muy lejos por el agua.


Soñar que ese navío

llevará nuestra carga de palabras

hacia puertos distantes, hacia islas lejanas.


Soñar que cuando un día

esté durmiendo nuestra propia barca,

en barcos nuevos seguirá

nuestra bandera enarbolada.



Gabriel Celaya

Gabriel Celaya, además de dejarnos unas bellísimas palabras sobre la educación, nos transmitió una visión muy adecuada sobre el trabajo del docente, quien no ha de limitarse a encender el motor y viajar con sus alumnos, sino que ha de atender a las singularidades de cada uno y ayudarles (medir y pesar: planificar) para que encuentren su lugar, su sitio en el mundo, en función de sus características y capacidades. El profesor tiene que conseguir que el navío, la clase, salga a flote y pueda surcar el mar del aprendizaje para, por fin, llegar a la preciosa tierra del saber (ser y estar).

En el plano didáctico, la formación equivale a educación de la persona para la vida. Es decir, la educación pretende que cada persona sepa utilizar su libertad de forma autónoma. No se trata de aprender mecánicamente ni obedecer sin pensar; el buen aprendizaje conlleva el desarrollo de una personalidad única, creativa y crítica. Como decía John Ruskin “Educar a un joven no es hacerle aprender algo que no sabía, es hacer de él alguien que no existía”. Es cierto que la instrucción (entendida como transmisión de conocimientos) es necesaria y está unida a la educación, pues el desarrollo de la persona se produce a través de las dos vías, pero esta instrucción ha de estar complementada por la orientación (educación en valores, actitudes y virtudes). Los valores básicos y comunes a la humanidad tienen como objetivo didáctico (y no instructivo) la consecución de personas y personalidades maduras y plenas. De este modo, se puede distinguir entre una formación superficial: saberes y competencias, y una formación profunda que incluye la madurez personal y social: el autoconocimiento.

Solo desde una formación integral (superficial y profunda) en la que se eduquen “mano, cabeza y corazón” y se incluyan aprendizajes significativos y relevantes, la educación logrará una evolución humana que propicie la inclusión activa del hombre en la naturaleza, sociedad y cultura.

Que no se nos olvide que se enseña y aprende para cambiar la vida, por lo que la educación nunca ha de estar subordinada a intereses políticos ni económicos, pues en tal caso no conduciría al pleno desarrollo de la personalidad humana ni de actitudes democráticas tales como la fraternidad, la solidaridad y la libertad.

"La educación es el arma más poderosa que podemos utilizar para cambiar el mundo"
Nelson Mandela

No hay comentarios:

Publicar un comentario