Siempre me pasa, los viajes me transportan a un estado metafísico antes
incluso de que haya comenzado el trayecto.
Todo empieza con la
maleta. Todo empieza con un "¿qué me llevo?" y un "¿qué necesito?",
sucedidos por una pereza mental que me lleva a maldecir lo coñazo que
son las cosas materiales y a desear no necesitar nada. Me sobra todo
menos el alma. Y es que hay días en los que no entiendo por qué hay que
vestirse, calzarse, usar acondicionador o crema (¿por qué tenemos un cuerpo del que cuidar?).
A veces me resulta tan irrelevante lo tangible que me aburre. Es más, creo que cuando se trata de viajar, el equipaje debería ser etéreo, estar formado única y exclusivamente por nuestros mundos intangibles e inteligibles.
En fin, todo esto para decir que odio hacer maletas y que ojalá pudiésemos llenarlas de personas en vez de objetos. En serio, son mucho más necesarias y nos hacen más felices.
A veces me resulta tan irrelevante lo tangible que me aburre. Es más, creo que cuando se trata de viajar, el equipaje debería ser etéreo, estar formado única y exclusivamente por nuestros mundos intangibles e inteligibles.
En fin, todo esto para decir que odio hacer maletas y que ojalá pudiésemos llenarlas de personas en vez de objetos. En serio, son mucho más necesarias y nos hacen más felices.
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