Y vuelve, sin avisar, el martilleo en el corazón que anticipa el vértigo
y su posterior vacío. Apenas dura unos segundos, pero son suficientes
para que reconozcas la sensación que se viene repitiendo en las últimas
semanas. Ese anhelo inexplicable, esa necesidad de nada (lo tienes todo y
a todos). Entonces, ¿qué es? ¿qué te falta?
Buscas, pero no encuentras una respuesta lógica. La coherencia dice que todo va bien, y sin embargo te sientes incompleta.
De pronto, lo ves. Te ves
a ti misma, extranjera y extraña, en otra tierra y otro tiempo (que en
realidad no son tan lejanos). Con la melena al viento, saltando sobre un
trampolín mientras los aspersores del jardín llueven sobre (y para) ti.
Tienes la despreocupación dibujada en el rostro y las manos preparadas
para la siguiente voltereta en el aire. En definitiva, te sobran las
ganas de echar a volar y la confianza en poder hacerlo. Te ves. (Ojalá
te reconocieses).