26 de abril de 2010

El destino

Cuando Sofía, a sus 98 años de edad y a las puertas de la muerte, se dio cuenta de que había llegado su hora, llamó a su nieta Ana para hablar con ella. De todas las personas que Sofía había tenido el gusto (o disgusto) de conocer, a la hora de despedirse de este mundo, había escogido a Ana. No fue una decisión premeditada, simplemente le salió del corazón. Sabía que sería muy fácil que su nieta la comprendiese y captase el mensaje que quería dejar en la Tierra.
Nada más entrar Ana en la habitación, Sofía dijo unas frases. Sus últimas frases, aquí recogidas:
-Ana, mi vida ha sido un fracaso constante, a pesar de todo lo que he teniedo y el supuesto amor que he dado y recibido, no me siento realizada. He vivido fingiendo. No soy como tú crees ni quiero a la gente que tú crees. He engañado. He engañado y me he engañado a mí misma. Esta persona que tienes delante no soy yo, y visto lo visto, no lo seré nunca. He vivido cientos de cosas hermosas y a pesar de ello sigo pensando que el recorrido que he realizado en este mundo ha sido falso y engañoso. Tú pensarás: ¡Qué exagerada, no es para tanto! Y yo te contesto que sí. Sí es para tanto, y para mucho, porque cualquiera puede tener un mal día, ¿pero una mala vida?
Cuando Ana, a sus 98 años de edad y a las puertas de la muerte, se dio cuenta de que había llegado su hora, llamó a toda su familia, a todos sus amigos y a todos sus vecinos. Preparó una estupenda fiesta y recordó las cosas que le gustaba hacer, como contemplar las anaranjadas puestas de sol. Y ante la multitud afirmó que era feliz y que su vida había sido plena a pesar de todo lo malo.
Sus últimas palabras fueron para su abuela Sofia:
-Cuán equivocada estabas... Tú solita tuviste la culpa de tus desgracias. Te marchaste de este mundo con las manos vacías y acompañada por una escéptica nieta. Yo... yo me voy tan llena que no quepo en mí de felicidad.
Sofía fue una persona que amargada y un tanto realista que encontró un pobre consuelo en intentar advertir a su nieta de los peligros de la vida, pero por suerte Ana no captó su mensaje y disfrutó, convirtiéndose en una persona optimista.
Cada uno conforma su destino y elige quién va a ser. Sólo espero no equivocarme en mi elección.

24 de abril de 2010

Solos

Llorar por el vacío causado por un verdadero amigo o por una pequeña traición, no sólo sirve para pasarlo mal, de hecho, es un verdadero guiño apreciado lleno de amistad.
¿Pero, y si el vacío es muy grande? ¿Y si las traiciones se suceden día tras día?
Vivimos como soñamos: solos

21 de abril de 2010

La magia de la atracción

El amor rompe barreras, se puede expresar con tan sólo una mirada, un beso, un abrazo... Y hay muchas formas de amor: amor filiar, amor fraternal, amor pasional, amor paternal, amor duradero, amor fugaz, amor platónico, amor...
Cada uno puede sentirlo de manera diferente. Unas personas notan mariposas en el estómago, otras vuelan entre las nubes, a algunas se les acelera el corazón o sienten vértigo, y unas pocas racionalizan toda emoción.
Pero mi cuestión no es cómo, mi cuestión es para qué. Yo amo para sentirme viva, para encontrar un sentido al sinsentido de la vida. Es decir, el amor es mi razón de existir.
Amo a mi padre. Amo
 a mis abuelos. Amo a mis amigos. Amo a mis hermanos...
Sí, pero por algo cuando nombramos el amor lo relacionamos con la pareja. Y aunque me haya desviado, mi intención al crear este post era la de escribir una historia de amor. o más bien de pasión, que aunque tiene menos poderes curativos que el amor, es menos destructiva que el desamor. El siguiente relato es una historia corriente y moliente; salvo que los protagonistas de esta pasión aún no saben que lo son.
-So, exercice 3, Clara.
Clara. Escuchas mi nombre y te giras. Yo hago como que no me doy cuenta e intento contestar a la profesora. Se me traban las palabras. Siento el reflejo de tus rizos rubios por el rabillo del ojo. Digo palabras inconexas y mi amiga me tiene que susurrar la respuesta del ejercicio. Levanto el mentón y, evitando mirar tu nuca, le digo a la profesora el resultado. Y cuando parece que tengo mis hormonas bajo control, te quitas la sudadera y dejas al descubierto tu espalda durante unos segundos. Eso me trae recuerdos, Y mi cuerpo grita de emoción. Te bajas la camiseta y ahora me fijo en tu musculoso brazo de color bronce. Puedo pasarme así la vida entera: mirando tu brazo. Te das la vuelta, colocas el jersey en el respaldo de la silla y nuestras miradas conectan. Queman. Parece que no hay más mundo que tú. Tú y tus ojos azules. Rompo el contacto visual. Te das la vuelta. Consigo evitar pensar en ti durante 5 minutos. Intento concentrarme en el ejercicio de Inglés. Apenas lo consigo. Al rato estamos mirándonos otra vez. Ahora eres tú el que retira la mirada, no sin antes sonreírme. ¡Bendita sonrisa! Bécquer tenía razón: por una sonrisa, un mundo.
Miro el reloj. Las seis y media. Queda poco. Hablo con mi compañera de mesa. Apunto los deberes en el cuaderno. Te hecho una última mirada. Me pongo la chaqueta y salgo de clase acompañada de mi amiga. Caminamos un rato juntas, nos despedimos y voy sola hasta la estación de tren.
Una vez en el andén cuento las puertas de acceso al tren. Una. Dos. Tres. Cuatro... ¡Nueve! Entro en el vagón, giro a la derecha y... ¡Allí estás! Tienes la mochila en el asiento de al lado. Al verme la retiras y me haces un gesto. Me siento a tu lado.
-¡Hola Clara! Al fin te has dignado a venir a clase. Llevaba 11 días sin verte.
-Ya...
El tren se pone en marcha
-He llegado a pensar que me estabas evitando
-¿Yo? No, es que he estado mala.
-¡Ah! Como no me has mandado ningún mensaje pues pensaba que...
-¿Que no me atrevería a venir?
-Más o menos
-Ya veo, y ahora que estoy aquí, ¿qué piensas?
Te ríes
-No pienso. Estoy aliviado y contento.
-Si me dices eso sin besarme no me lo voy a creer.
Nos besamos. Y nos besamos y nos besamos y... llegamos a nuestra parada. Me coges de la mano
-¿Sabes?
-¿Sí?
-No debería haber venido. Al final me voy a acabar enganchando a ti.
-No puedes reprimir el deseo, Clara. Cada molécula de tu cuerpo se siente irremediablemente atraída por el mío.
-Y tú te aprovechas de ello
Sonríes.
-Un poco. ¿Te consuela si te digo que a mí me pasa lo mismo contigo? Durante las dos horas de clase he estado muriéndome de ganas por ti.
Llegamos a tu portal.
-¿Y te crees que yo no? Tenemos que pararlo. Tienes que dejar de.. de... de mirarme, y de extender el brazo y.. Tienes que parar o algún día me tiraré a tus brazos allí mismo.
Le debe de parecer muy gracioso lo que he dicho, pues se está riendo bastante.
-¡Tú me dirás cómo paro yo eso! Solo encuentro una solución. Volvamos al tren. Elijamos una ciudad al azar y vayámonos de aquí, así no tendremos que volver a clase nunca más. ¿Donde quieres ir? ¿Villaverde? ¿Tres Cantos? ¿Fuenlabrada?
Él se ríe, yo me estremezco. Sólo con que me haya nombrado la ciudad en la que Ángel pasó su último año, se me ponen los pelos de punta.
-Anda, deja de decir tonterías y bésame.
Besarnos. Y besarnos. Y besarnos. Y besarnos. Y besarnos. Y besarnos. Y besarnos...
-¿Subes?
-¿Ahora?
-¡Claro! No hay nadie.
-Emm... no, no, tengo que ir a casa.
-Te acompaño.
Besarnos. Y besarnos. Y besarnos. Y besarnos. Y besarnos. Y besarnos...
-¡Uf! Me tengo que ir a casa
-Sí, un momento.
Besarnos. Y besarnos. Y besarnos. Y...
-¡Mierda! Eres como una droga. Es tarde y tengo que estudiar historia, vámonos.
-Va, va...
Al fin, en la puerta de mi urbanización, me dices la frase temida.
-¿Quedamos mañana?
Te miro sorprendida.
-No me mires así, quiero pasar más tiempo contigo y no se cuánto queda hasta que vuelvas a huir de mí.
- ¡Ays! No fui yo la que llamó cuando llevábamos una semana de... la cosa esta que no se si es rollo o aquí te pillo aquí te mato o... lo que sea, para decirme que lo dejábamos. En serio, a veces me derrito contigo y otras me dan ganas de gritar...
-Clara...
-Mira me subo a casa. Mañana hablamos ¿Vale?
Beso. Nervios. Subir corriendo las escaleras. Tumbarme en la cama y volver a pensar en tu maldita sonrisa. Y saber que ganarás, que al día siguiente volveré a quedar contigo, porque es como si me pusieran un caramelo en el borde de los labios. Imposible resistirse, por mucho examen de historia que haya.

Estoy perdiendo el control de mi cuerpo y con ello el de mis actos. Parezco una adolescente descubriendo los secretos de la pasión. ¡Qué asco!
Y lo más curioso es que ni si quiera confío en ti, o al menos no lo suficiente como para permitirte leer esto.

¿Serás tú, amor, un largo adiós que no se acaba?

15 de abril de 2010

El misterio de los vidrios

-¡Daniel, cómete las lentejas que se te van a quedar frías!
Daniel, un niños de 9 años, coge la cuchara, la llena y se la lleva a la boca.
-¡NO! ¡NO! PARA!
Demasiado tarde: Daniel se ha tragado un trozo de vidrio del tamaño de la cuchara. El cristal en sí estaba camuflado entre las lentejas y aunque toda su familia lo había visto, él no, y por muchos gritos que sus hermanos hayan pegado, Daniel ha terminado con el cristal en la tráquea.
-¡Dios mio! ¡Le está saliendo sangre por la boca!
Daniel se ha desmayado: le llevan corriendo al coche. Urgencias. Hospital. Quirófano. ¡Caos!
Los padres se han marchado con el pequeño, la casa está demasiado silenciosa y los dos hermanos mayores no saben qué hacer. Andan sin rumbo fijo de una habitación a otra. Suena el teléfono, es una amiga que aconseja a la hermana ir al hospital.
-Bien. Ir al hospital. No sé cómo no se me ha ocurrido antes. Vale. Al hospital. Gracias.
Son las dos de la madrugada, la hermana vuelve a casa después de pasar unas horas de infierno en el hospital. Por curiosidad abre la olla de las lentejas: decenas de cristales se encuentran en su interior.
Gracias a Dios todo quedó en un susto y la historia acabó bien, pero a fecha de hoy aún no han descubierto cómo llegaron los vidrios a la olla: misterio sin resolver.

14 de abril de 2010

La promesa

Desde el principio le dejó las cosas bien claras a Lucía. Él no era un hombre de promesas, de ataduras ni de sólidos lazos. Él era un alma libre. Iba a dónde quería y hacía lo que deseaba. Sus únicas obligaciones eran las que él mismo se imponía: Buscando siempre su bienestar, viviendo el momento, soñando. Sin pensar en el pasado ni en el futuro. Lo importante era el aquí y el ahora.
Y así se lo dijo a ella:
-No soy hombre de promesas. No esperes ninguna por mi parte. Yo no me obligo a estas cosas. A mí, o me salen del alma, o no me salen. Mi lema es que si amas a alguien, déjalo libre, si regresa es tuyo, si no, nunca lo fue. Necesito que me dejes volar. Como esa canción que tanto te gusta; "déjame volar aunque tropiece con el cielo".
Yo te aviso, para que luego no te lleves decepciones.
Y a pesar de ello, Lucía le recibió con los brazos abiertos, se entregó por completo a Rodrigo y puso cuerpo y alma en la relación. En el fondo ella pensaba que si se ama de verdad a alguien, hay que agarrarlo con mucha fuerza para que no se escape. Lucía había escuchado las palabras de Rodrigo pero las había arrinconado en su mente; así resultaba más fácil.
Y Rodrigo, Rodrigo... disfrutó de una época preciosa junto a su amada. Tan cegado estaba por el amor y tantas ganas tenía de pasar el resto de la vida con Lucía, que la hizo una promesa. Su primera promesa, pues ni siquiera de niño había empleado esa palabra. Rodrigo prometió a Lucía una poesía. Una poesía muy especial, pues debía estar escrita con el alma; debía ser tan grandiosa que sería imposible que se quedase en el olvido. Sería pura magia, una forma de volcar lo que había en el fondo de él. Rodrigo puso todas su expectativas en unos versos, pues quería que Lucía, cuando los leyese, sintiese ese duende escondido. Así, la poesía se quedó en un ambicioso proyecto.
Lucía, emocionada, pensó que los impulsos de libertad y soledad de él, se habían disuelto. Lucía era una mujer feliz. Sus sueños estaban acaparados por él. Él. Sólo él. Nada más. Soñaba que le tenía, que la quería. Y despertaba, y ahí estaba él, abrazándola. Y entonces ya no quería dormirse, pues la realidad superaba con creces a los sueños.
Rodrigo empezó a darse cuenta de los anhelos de Lucía: una vida en común, un proyecto en futuro. De repente la vida cogía carrerilla y no estaba muy seguro de encontrarse en el camino acertado. De la noche a la mañana volvieron las ansias de soledad. Cualquier escusa era válida para interponer metros cúbicos de aire entre ella y él. El agua, el viento, la arena... todo, todo menos el amor, cobraba una relevancia que antes no había tenido. Y Rodrigo comenzó a buscar motivos para querer a Lucía: y todo se acabó. En el mismo momento en que tuvo que preguntarse por qué quería él a esa mujer, descubrió que ya no sentía la llamada de su piel, ni el amor, ni la complicidad, ni la amistad...
Y todo terminó. Y Lucía murió por dentro. Y renació de sus cenizas cual ave fénix; pues nadie muere por amor.
Y cuando parecía que ella le había olvidado, recibió una carta cuyo único contenido era una poesía. No hace falta decir quién era el remitente.
Rodrigo lo había conseguido, Lucía había sentido un duende al leer la poesía. Pero ese duende no era algo triste ni melancólico. Era más bien una renovación. La prueba de que podía pasar página.
A pesar de ello no dejó que el viento se llevase las palabras de la única promesa que él la hizo.

9 de abril de 2010

Insomnio

-Tendré que acostumbrarme y conformarme a no volver a dormir bien, como con todas las cosas.- Aquí hizo una pausa para mirar el auditorio casi vacío.

-Conformarse. Y así te mueres respirando todos los días. Las mañanas están cargadas de frío y de luz. Todas las cosas que implican las mañanas tienen una connotación negativa. Frío, luz, trabajo, un día más, gente corriente de nuevo, sueño (mezclado con insomnio), mareos, soledad, obligaciones y así podría seguir mucho tiempo, pero espero que hayáis captado la idea.- Hizo una pausa para beber agua y continuó.
-Lo malo del insomnio, entre otras cosas para la salud, es que cada vez las noches se hacen más largas, se expanden hasta que intentar dormirte, y despierto dando vueltas continua la noche (frío, mucho frío) y así sigue el bucle vacío. Y lo que más me jode es que no hay ningún abrazo interesante en todo el tiempo.- Paró, y se miró dentro de si mismo.
-Y entonces echas de menos muchas cosas, y te das cuenta que nada huele igual desde que llegó la mañana eterna, y que el frió (muchísimo, insisto) congela las sensaciones. Y todo se vuelve apatía, dolor de cabeza y gente que te dice buenos días por educación.
El discurso continuó ante la indiferencia de la mayoría de los pocos que se encontraban en el auditorio y un poco de preocupación por parte del resto, sin poder adivinar el significado ni las consecuencias de lo que se decía en ese momento.
La charla siguió hasta que la oscuridad y las estrellas llenaron el cielo, en ese punto se despidió.
- Buenos días, si, buenos días. (hace tantísimo frio...)

La felicidad

"Cuando somos felices no nos damos cuenta, eso también es injusto. Deberíamos vivir la felicidad intensamente y tendríamos que poderla guardar para que en los momentos en que nos haga falta pudiéramos coger un poco, del mismo modo que guardamos cereales en la despensa o recambios de papel higiénico por si se acaba, ¿entiendes?"
Ahora, que estaba a punto de encontrar el equilibrio, que parecía que había dejado de dar bandazos, que sólo tenía que estirar un poco más el brazo para conseguir ser feliz, ahora, vuelven las pesadillas, los temores y las depresiones...
Sé que hay personas que viven el momento, pero yo vivo con un retraso de horas o, incluso, años. Y cuando reconozco esto, la frustración hace que quiera golpearme la cabeza para experimentar alguna cosa y sentirla simultáneamente, al menos una vez en la vida.

7 de abril de 2010

La nada

Hace tiempo que dudo de mí misma. Empecé dudando de las pequeñas cosas de la vida, más tarde de los actos y de los pensamientos, luego llegaron las inseguridades sobre los sentimientos (ahora que las conozco creo que estas son las peores, las que te hacen polvo el corazón y te dejan morir lentamente) y por último empecé a cuestionarme para qué demonios se vive. Y entonces me di cuenta de que dudaba de todas las personas y cosas que me rodeaban, que no encontraba ninguna respuesta porque no la había.
Y es triste, tristísimo, que te des cuenta de ello cuando aun te quedan cientos de batallas por luchar y sabes que perderás todas y cada una de ellas por mucho que te resistas, porque la vida es así. Acabas dudando siempre, lo que implica que nunca ganas. Nunca serás el vencedor porque las dudas están dentro de ti. Y de lo poco que sé es que no se puede huir de uno mismo porque... adivina... No lo lograrás, perderás todo en el intento.
Así es como se llega al punto de partida y de final, al círculo cerrado, a dudar de uno mismo, al vacío, a la nada...

6 de abril de 2010

Buscando el equilibrio

Incluso puedo decir que ahora te encuentro mucho más guapo, que echo de menos todo, que no necesito nada más que volver a sentir lo que perdí hace un tiempo.

Avanzo por esa pequeña barra de equilibro que poco a poco llega a su fin... ¿caeré?